Me había alejado un poco del libro. Debo admitir que en el medio de la rutina cotidiana muchas veces me cuesta encontrar un momento de lectura. Sin embargo, creo que pude leer mejor la parte que me estaba esperando...
De golpe, en el manicomio en que se encuentran, en el lugar que parecía tan seguro, todo se vuelve violento. A medida que leía los acontecimientos, no me dejaba de hacer eco la frase que la mujer previamente había pronunciado: "el mundo entero está aquí adentro". De golpe la ceguera lo cubre todo. Ya no se trata de una ceguera física, sino que ahora pareciera abarcar todas las realidades humanas: la solidaridad, el amor, el respeto, la dignidad; la ética: el ser humano ha quedado ciego de su naturaleza. Ciego en todos sus sentidos también. Ya no puede distinguir entre olores: todo allí huele igual de mal. Menos aún logra gustar: existe una gran hambruna, y cuando hay hambre bien sabido es que no hay pan duro. El oído es lo único que de a ratos los hace sentirse vivos; y el tacto queda unido al placer. Es una ceguera que no sólo se expande a nivel cuantitativo, sino que ahora es también cualitativamente peor.
Y automáticamente nos vemos insertos en un ámbito de violencia, donde reina un mundo que no conocemos, donde no nos sentimos cómodos; al menos no de manera tan cruel. Se borran todos los límites que pudieran existir, y ya no quedan más tabúes: los ciegos se dividen entre "los ciegos buenos" y los "malvados". Hay un arma. Hay muchos dispuestos a lo que sea. Hay hambre. Hay sexo. Hay violación. Hay muerte. ¿Hay seres humanos?
Y Saramago nos sigue guiñando, nos sigue mostrando que nosotros también somos parte de este mundo que él describe. Nos sigue diciendo que nosotros podemos ser uno de ellos; que muchas veces lo hemos sido, y que muchas veces quizás lo volveremos a ser. Es un mundo donde se dan casos concretos. Donde lo que pareciera en leyes universales estar completamente mal, aquí aparece como un gris. Un gris con el que estamos de acuerdo. Hay infidelidad... pero es consentida. Hay muerte... pero es justificada. Y lo que más me llama la atención, es que no hay necesidad de juzgar. Simplemente sucede. Nadie nos pregunta opinión, como si la ceguera hubiera invadido allí, y de golpe las leyes humanas hubieran sido modificadas. Modificadas por Dios sabe quién, pero modificadas al fin, y sin ser cuestionadas. ¿Será acaso que no podemos ser tan tajantes en la vida? ¿O es qué la ceguera nos ha ablandado? ¿Qué ha entrado en el manicomio... y qué ha quedado fuera?
"Calla, dijo la mujer del médico, callémonos todos, hay ocasiones en las que de nada sirven las palabras" Pág. 180
"Era un diálogo insignificante, era un diálogo profundo, si pueden darse juntos esos contrarios" Pág. 180/181
"Éste es el retrato de mi cuerpo, pensó, el restrato del cuerpo de cuantas aquí vamos, entre estos insultos y nuestros dolores no hay más que una diferencia, nosotras, por ahora, todavía estamos vivas" Pág. 187
"Vieja y asesina, pensó, pero sabía que si fuese necesario volvería a matar, se pregunto a sí misma mientras se dirigía hacia el zaguán, y a sí misma se respondió, Cuando está muerto lo que aún está vivo. Movió la cabeza y pensó, Qué quiere decir esto, palabras, palabras, nada más." Pág. 197
"Pero ahora da lo mismo, en la muerte la ceguera es igual para todos" Pág. 214
"No saben adónde ir, y es que no hay comparaciñon entre vivir en un laberinto racional, como es, por definición un manicomo, y aventurarse, sin mano de guía ni traílla de perro, en el laberinto enloquecido de la ciudad" Pág. 221
"A fin de cuentas, lo que está claro, es que todas las vidas acaban antes de tiempo" Pág. 222
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